martes, 26 de abril de 2016

icaro.

(reverdeciendo viejos clásicos)

Allá abajo están mis pies. He dejado atrás el suelo. He empezado a levitar, y a descubrir que esta ciudad hiere gravemente al cielo. No me acuerdo de tu voz. Y además no tengo miedo. Aunque mi cabeza sube, y atraviesa varias nubes acercándose hasta el sol. 

Subiré hasta que ya no pueda ver, las luces de esta ciudad. No tengo miedo de morir pero sí de sucumbir al veneno de su amor. No me dejes caer, no me dejes perecer en las garras de la amarga soledad en esta cruda tempestad.

Quiero hablarte de una vez que soñé con este cielo. Ahora lo tengo ante mi, y sólo puedo decir, que me duelen los ojos de llorar. Allá abajo la ciudad desconoce lo que siento: espirales de dolor que conforman una flor de amargura y desamor. 

Subiré un poco más hacia el sol, para alejarme de aquí. Volaré por encima del mar, y arrojaré mi castigado corazón ardiente. No me dejes caer, no me dejes perecer, en las garras de la amarga soledad en esta cruda tempestad. De la profundidad de este maldito mar ya no quiero regresar...




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