A veces, olvidamos que la vida es esplendorosa. Nos perdemos en las sombras y extraviamos el fulgor que habita dentro de nosotros. Corremos con los ojos vendados por caminos marcados que nos llevan al precipicio final. De vez en cuando, se hace necesario parar y buscar respuestas, aunque sea a ciegas.
En tiempos de consumo industrial de pseudo-cultura, sólo nos hace humanos la creación (la propia o degustar la ajena), el tiempo robado a las rutinas y los ritos sociales (auto)impuestos en que compartimos los caminos más o menos tortuosos, con más o menos claroscuros, que nos llevan al resplandor, huyendo de destellos mistificadores.